Mujeres y aventureras.

La increíble experiencia de cruzar la cordillera a caballo.

mujeres y aventureras

Claudia Oostdijk, Georgina Sanchez y María Oostdijk.

María Oostdijk, su hermana Claudia y Georgina Sanchez, emprendieron una hermosa aventura de cuatro días, donde escalaron a caballo la cordillera de los Andes.

En esta época de pedir igualdades o que no haya tantas diferencias, tres mujeres decidieron participar de una aventura soñada, que en otras épocas se la hubiera catalogado como «cosa de hombres».

Más allá de estas cuestiones, estas tres mujeres, aventureras, se decidieron y lo lograron. Vivieron una experiencia que a la hora de describirla, coinciden en no encontrar palabras para hacerlo, y no las culpo. Seguramente nadie las debe encontrar. Sentirse diminuto frente a la inmensidad de la cordillera, atravesar caminos que son históricos, que tienen memoria de batallas, que tienen un cielo limpio y estrellas que vieron como tres países se liberaron, cuando un hombre comandó un ejército y atravesó esas mismas montañas con sueños de libertad, no debe ser fácil de describir.

«Georgina y yo -cuenta María- habíamos hablado de hacer algo así y habíamos empezado a mirar por las páginas de internet. Después, hablando con mi hermana me propuso que la acompañe a esta travesía así fue como las tres compramos el viaje en una empresa de Buenos Aires».

«Nosotros salimos de acá el 26 de enero y teníamos que estar el 27 en Los Molles porque desde ahí salía la travesía. Éramos un grupo de 13 «cabalgantes» más cinco guías y baquianos. Éramos 8 mujeres y 5 hombres cosa que la verdad me sorprendió -reflexiona- pensé que las únicas locas íbamos hacer nosotras. El grupo era muy heterogéneo: había gente que en su vida había subido un caballo y otros que teníamos más afinidad con el animal. Fue muy linda la experiencia a nivel grupal porque al ser grupo chico se forma una gran comunión, estás en el medio de la montaña y nos tenemos que ayudar todos, colaborar con todos».

«Mi miedo personal era pasar frío, cosa que nunca ocurrió, -cuenta y explica- armábamos las camas con las mantas de las monturas y arriba iba la bolsa de dormir, eso lo tapaban con una lona como para resistir el frío de la noche, que llega a 1 o 2º bajo cero, pero la verdad que se soportaba perfecto, al igual que el calor intenso del día»

«En cuanto a los guías y baquianos eran 5 personas realmente excelente , muy profesionales muy atentos a todos nos sentimos realmente muy cuidados, había gente que la altura y andar a caballo por ciertos lugares le daba bastante vértigo, pero siempre nos cuidaron mucho», relata.

Fueron cinco días de cabalgata donde recorrieron 120 km de naturaleza pura y paisajes increíbles «parabamos al mediodía almorzar donde comíamos comida fría, como tartas de pollo, arrollados, milanesas y de noche había fogón donde cocinaban, tuvimos chivito a la parrilla, polenta con bolognesa, unos capeletinis con estofado de chivito que estaba muy bueno, carbonada y de postre siempre fruta. El desayuno y merienda era café, té con leche, mate y pan o galletitas con dulce», recuerda.

Finalizando cuenta «la experiencia de subir a las montañas es increíble. En un principio da un poquito de miedo, después me encomendé al animal, a su instinto de supervivencia y a su experiencia en las montañas. Como experiencia personal es fascinante, es un desafío que me encantó hacerlo».

Georgina, por su parte expresa «lo que se vive no se puede explicar tan solo con palabras, las emociones, las historias compartidas, los valores encontrados, las expectativas, las costumbres, cumplir sueños y desafíos no se puede describir -y agrega- por momentos la inmensidad de la cordillera se convierte en un exótico paisaje, la naturaleza que te abraza, el cielo cubierto de estrellas que te iluminan por las noches, el animal (caballo) que se convierte en el noble, fiel amigo, testigo silencioso de los sentimientos mas profundos que el paisaje despierta, comprendes que en la montaña, pueden tomar mejores decisiones que nosotros. Transitamos por caminos sinuosos, estrechos y empinados, ascensos y descenso, tramos desafiantes y precipicios pero con la contención del grupo y el cuidado de los guías y baquianos nada era de temer.
    Esta experiencia para mi fue un regalo de la vida, la cual vale la pena vivir».

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