El lugar de los dos nombres. Nota publicada en el Diario La Nación.

Nicanor Olivera es también conocido como La Dulce debido a la denominación de su estación de trenes. NICANOR OLIVERA.- En el sudeste de la provincia de Buenos Aires, al final de un camino pavimentado que se desprende de la ruta que une a Necochea con Benito Juárez, rodeado de grandes lagunas, altas lomas y fértiles

Nicanor Olivera es también conocido como La Dulce debido a la denominación de su estación de trenes.

NICANOR OLIVERA.- En el sudeste de la provincia de Buenos Aires, al final de un camino pavimentado que se desprende de la ruta que une a Necochea con Benito Juárez, rodeado de grandes lagunas, altas lomas y fértiles praderas, se encuentra un pueblo próspero y solidario, conocido como La Dulce, aunque en las actas fundacionales y en los mapas actuales lleva el nombre de Nicanor Olivera.

Fruto del espíritu de sus pioneros y trazada por las vías del ferrocarril, La Dulce es la estación de la localidad que le rinde tributo a uno de los primeros pobladores del lugar.

Esta pequeña población del partido de Necochea, en las cercanías del río Quequén Grande, se emplaza en las tierras que pertenecieron a Domingo Olivera, un importante estanciero de la patria incipiente, que las adquirió cuando sólo se conocían el trinar del galope de la indiada y el paso silencioso de algún gaucho errante. Por entonces, a estos campos se los llamaba Malal Tuel, que en lengua aborigen significa «cerco de piedra», porque entre altos y hondonadas, la geografía abre corrales naturales que los indios utilizaban para pastar a los vacunos que obtenían en los malones.

En 1862, Nicanor Olivera, el tercero de los siete hijos varones de Domingo, llega a Malal Tuel junto con un importante rodeo de ganado para poblar y hacer producir la estancia. Esas formaciones que décadas atrás habían refugiado a la indiada ahora harían lo propio con Nicanor, que conquistado por la belleza del lugar y el potencial de sus campos mandó a construir un importante casco de estancia donde pasaría largas temporadas junto con su familia.

LA LLEGADA DEL FERROCARRIL

La estación La Dulce, que por estos días es un lugar tranquilo y con visión de futuro, nació en 1907 con la construcción del ramal que unía a Tres Arroyos con Tamagueyú, sobre tierras que llevaban ese nombre y que pertenecían a Domingo, Pablo y Adolfo Olivera, hijos de Nicanor. La nueva parada del tren está rodeada de campos fértiles y suelos agrícolas, contando con una basta zona de influencia que ya por entonces abastecía con sus productos al país. Esto motivó que los hijos de aquel estanciero agauchado, propietarios de las estancias La Dulce y Malal Tuel, entre otras, decidieran fraccionar la primera para dar paso a un nuevo pueblo, al que decidieron llamar Nicanor Olivera, en honor a su padre.

El 12 de abril de 1908, día en que las tierras salieron a remate público, el tren arribó a la estación con sus vagones repletos de gente dispuesta a comprar los solares, las quintas y chacras de las 17500 hectáreas subastadas por la firma Adolfo Bullrich y Cía. en un galpón de hierro y madera frente a la estación del ferrocarril, donde Adolfo Ianuzzi, un pionero del lugar, ya había instalado su negocio. Llegó gente de varios lugares y nacionalidades, principalmente de Tres Arroyos; muchos italianos, gallegos y daneses.

Desde su fundación, Nicanor Olivera (Estación La Dulce), tal como aparece en los carteles de la ruta provincial Nº 86, se caracteriza por ser un pueblo agropecuario cuyos habitantes, reunidos en sociedades de fomento, cooperativas y grandes firmas -como La Cooperativa de Seguros contra Granizo La Dulce o el semillero José Buck- llenaron al lugar de progreso.

Ya en 1913 el pueblo tenía teléfono y conocía el alumbrado público, que dio el presente para una fiesta en los galpones del ferrocarril con una hilera de faroles que un parroquiano prendía y apagaba. El intento gustó y tres años más tarde Alejandro Ciancaglini instaló una usina que funcionaba con un motor de trilladora.

Una larga lista de comercios abrieron sus puertas. Entre ellos, la tienda Los Vascos, que José López compró luego de trabajar desde muy joven allí, y que ahora, con el nombre de La Capital, continúa en la calle 24 atendida por su hija.

ESCRITORES Y POETAS

Al año de su creación, Nicanor Olivera contaba con una escuela primaria, a la que se sumaron otras dos instituciones, todas vigentes en la actualidad. Dentro de sus paredes se gestaron escritores y poetas cuyo precursor fue Don Pablo Ortiz, y Julio Maya, Elvira Ferrera Olaba y Oscar Gastaldi llegaron a presentar sus obras en la Feria Internacional del Libro, en la Capital Federal. «La Dulce, lugar y poetas» reúne alrededor de 200 páginas cargadas de poesías de lugareños y recopiladas por Maya -un hombre apacible y predispuesto, propietario de una ropería en el pueblo- que recibió un premio de la Sociedad de Escritores bonaerenses. Cultivado desde los surcos del campo y las 64 manzanas asfaltadas del pueblo, el lugar tiene vida propia.

El esfuerzo de sus paisanos reunidos en la Cooperativa La Dulce logró la apertura de la Fundación Cultural, un edificio reciclado y moderno en su interior, con una importante Biblioteca y una amplia sala con computadoras conectadas a Internet, el moderno Centro de Convenciones y el CEF con su polideportivo.

Así es el más antiguo de los pueblos del partido de Necochea, un ejemplo de solidaridad y progreso.

FICHA TÉCNICA

  • Nombre: Nicanor Olivera
  • Ubicación: 60 km al norte de Necochea
  • Población: 2000 hab.
  • Fundación: 12 de abril de 1908
  • Superficie: 60 manzanas
  • Fundadores: hijos de Nicanor Olivera
  • Santo Patrono: Ntra. Sra. de Luján.

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Por Carolina Buus
Para LA NACIÓN

 

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